Durante años hemos hablado del reciclaje como si fuera un gesto individual.
Separar, depositar, clasificar.
Pero la realidad es que ningún sistema cambia solo con gestos.
Cambia cuando esos gestos se convierten en cultura, y esa cultura, en modelo.
En ese punto estamos hoy: en la transición de la conciencia al sistema.
De un ciudadano que recicla, a una ciudadanía que exige circularidad.
De la bolsa amarilla, al dato que mide el impacto real de los residuos.
De la buena intención, a la infraestructura capaz de sostenerla.
La gestión de residuos ya no es un tema técnico: es una cuestión de inteligencia colectiva.
Y también de narrativa. Porque sin comprensión, no hay acción.
De la conciencia al modelo
Según el Global Waste Report 2024 de Naciones Unidas, cada persona en Europa genera 530 kg de residuos al año.
Solo el 48% se recicla o reutiliza, y menos del 20% alcanza un tratamiento que permita recuperar materias primas críticas.
El problema no es la falta de tecnología: es la brecha entre conocimiento y comportamiento.
Los sistemas de gestión avanzan más rápido que la cultura del consumo responsable.
En ese contexto, la conciencia ciudadana se convierte en un vector estratégico:
- Reduce la generación de residuos en origen.
- Mejora la calidad del reciclaje (menos contaminación de flujos).
- Favorece la trazabilidad y la recogida selectiva.
La Agencia Europea de Medio Ambiente advierte que la transición hacia una economía circular efectiva depende, en un 40%, de la participación social y la sensibilización.
La divulgación como infraestructura invisible
Durante años, la gestión de residuos se ha tratado como un asunto técnico o normativo.
Pero la conciencia también necesita infraestructura: espacios, medios y proyectos capaces de traducir la economía circular a un lenguaje comprensible.
La educación ambiental ya no puede limitarse a campañas de reciclaje.
Debe incorporar la divulgación porque solo así es como podremos conseguir un cambio sistémico.
De esa necesidad nace “Acelera el Cambio”.
Un proyecto de divulgación creado para transformar el lenguaje de la sostenibilidad.
Queríamos crear un espacio para ver y escuchar a quienes están repensando el sistema. Queríamos cuestionar, abrir, traducir, inspirar. Queríamos importar y exportar ideas, marcos normativos y cultura.
Porque la cultura es lo que acelera o frena un cambio.
Si de verdad queremos un planeta que se recupere, se regenere y se valorice, tenemos que cambiar las reglas del juego.
Necesitamos un cambio sistémico.
Y para lograrlo hay que compartir y aplicar conocimiento, tecnología y visión regenerativa.
Por ello, en el Circular Innovation HUB, situado en Éxxita, estamos preparando el Éxxita Studio un espacio donde producir conocimiento en movimiento: entrevistas, debates… Queremos sumar voces que entiendan que la gestión de residuos no empieza en la planta, sino en la conciencia.
Y que la circularidad no se impone: se contagia.
Un laboratorio de ideas donde la economía circular deje de ser un concepto técnico para convertirse en un relato compartido.
Y ya que la economía circular no es un círculo cerrado, sino una red viva. Conectada. Inteligente. Inclusiva. Que no deja a nadie atrás. Queremos que os unáis a esto. Pronto tendremos novedades.
Seguimos.